A Teresita, le sorprendió no encontrar el muslamen porcino en la cesta. Teresita, que entró joven exmirriada y asustada tras unas grandes gafas que sustituiría a la larga por lentillas, seguía llamada así por la inercia de los tiempos, y había ido acumulando experiencia, a la vez que peso, redondeando sus formas, semejando un poco más a Teresona que a Teresita.
Teresita, independizada recientemente, que descartó hace mucho y a la fuerza embutidos y dulces, por aquello de conservar la figura, o no empeorarla más, celebraba con alborozo cada navidad la llegada del jamón corporativo, que leyó en algún sitio que no engorda o al menos no lo hace tanto. Si a esta carencia, le sumamos su eterna abstemia y su natural apatía ante ciertos frutos secos, lo unico que disfrutará de la cesta será el propio continente.
Antes siempre había su buen ejemplar de marca, o en su defecto paletilla negra, pero con la crisis ya desapareció el año pasado y no volvió a retornar en este. Se fué, Como le pasó a Concha, su compañera de pupitre confrontado, más joven, más alta, más esbelta, con sus idiomas y su master de gestión, que tuvo que abandonar por falta de volumen, del de trabajo, que el fisico nunca se penaliza, a no ser que seas luchador de sumo, no hará ahora más de un mes. Y a la que la empresa, esta empresa medio funcionariada, que huele a alcanfor de armario y serrín de almacén, anclada por siempre en la alcayata de los tiempos, en la que el reloj sigue siendo el mismo que inaguró la primera jornada y en la que Teresita será siempre llamada Teresita, por mucho que se transforme, ha decidido obsequiarle, la cesta por el año trabajado, como atención y desagravio.
aventuras y desventuras de un superviviente en la jungla madrileña, germanofilo y amante de la belleza,...preferiblemente femenina.
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