aventuras y desventuras de un superviviente en la jungla madrileña, germanofilo y amante de la belleza,...preferiblemente femenina.

domingo, 25 de abril de 2010

Lisboa ciudad otrora floreciente..

Y uno no se cansa de subir y bajar, pq hay minibuses que te suben por la alfama,
laberinto intrincando de calles angostas y antiguas, hasta el castillo.













Y pq hay elevadores, tres, que te ofrecen panorámicas tremendas, y pq son siete colinas, como en Roma, las que la encierran y clavan frente al rio y claro, todo son cuestas, y más cuestas, y vistas y más vistas,
desde el poniente, al saliente del sur al mar y las primeras panoramicas, gustan, asombran, pero al final la postal contemplada desde tantos los angulos deja una impresión como reducida, asequible.

y se nos graban en la memoria sus fachadas de azulejos añejos, escarconchados, su imagen de postal de hace un par de siglos, sus tranvias viejos y entrañables, el olor a bacalao "preparado de mil maneras" que sale de cada uno de sus tropecientos bares, los turistas despistados que pululan por Belem, el sabor de los pasteles, el estupendo café traido de las antiguas colonias y sus locales que no se modificaron durante siglos, ni cambiaron de familias. como el resto de la ciudad, sin animo ni ganas de renovarse, durmiendo el sueño uraño del inmovilismo,con ciudadanos destilando cansancio y apatia, secos, taimados, un poco anodinos, tirando a sosos.


aunque siempre hay alguno que se salva, como la guardia republicana que al celebrar su centenario montó un museo y enmascarados invitaban a pasar a cuanto turista y nativo descendía del elevador de santa Justa.
Un abrazo
popotamo